“La Universidad es un ecosistema muy rico y, para ello, debe ser biodiverso”

Tras casi 45 años de docencia en la ETSIAAB, la profesora Ad Honorem Pilar Linares tiene claro que conocer las capacidades de cada uno es clave para elegir una profesión, especialmente en ingeniería.

11.03.2022

Un total de 44 años, 10 meses y 0 días: esa es la experiencia que acumula con orgullo Pilar Linares como profesora de la Escuela Técnica Superior de Ingeniería Agronómica, Alimentaria y de Biosistemas (ETSIAAB). Ingeniero Agrónomo en 1975 y Doctor desde 1983, la que es actualmente profesora Ad Honorem de la Universidad Politécnica de Madrid (UPM) tuvo muy claro desde el principio que ella quería dedicar su vida profesional a la ingeniería.

“Descubrí pronto para lo que no valía y descubrí también aquello en lo que me sentía cómoda, que era en las asignaturas de ciencias. Tuve además el referente de mi padre, que fue un gran ingeniero de minas, y me di cuenta de que a mí ese mundo me atraía”, relata Linares.

Abrirse paso en un sector que, por entonces, era predominantemente masculino no supuso para la profesora ningún contratiempo. “Cuando escogí la especialidad de ingeniería rural, como se llamaba entonces, fui la única mujer en tercero, cuarto y quinto. Y cuando estaba en quinto, tampoco había mujeres en tercero ni cuarto. Sin embargo, no me encontré ningún tipo de reticencias”, apunta.

“No existen trabas a la hora de que las mujeres accedan a las ingenierías. Después de más de 44 años, yo he llegado a la conclusión de que, por lo general, las mujeres prefieren más lo relacionado con lo biotécnico, la zootecnia, la fitotecnia y la economía, en lugar de lo inanimado. Luego hay excepciones como la mía. Lo que no tiene que haber es presión: todo lo que no sea la libertad es sesgado, no podemos pretender forzar lo que nos sale de dentro”, indica.

Conocerse a sí mismo

La carrera de Linares ha estado volcada siempre hacia dos pasiones: el mundo de las empresas y el mundo de la ingeniería. Prueba de ello es que ha dirigido aproximadamente 30 proyectos Universidad-Empresa -de hecho, sigue colaborando en estos temas- y otros tantos como investigadora. Durante su trayectoria profesional, ha sido miembro del Club de Bolonia, organización mundial de expertos de mecanización agraria, así como de la Asociación Nacional de Ingenieros Agrónomos, de la Comisión Española de Ingeniería Rural y de la Sociedad Internacional del Sistema Suelo-Vehículo (ISTVS).

“Siempre me he sentido más en mi sitio hablando con los departamentos de ingeniería de las empresas que realizando investigación. Y, afortunadamente, la Universidad es un ecosistema muy rico, y para ello, debe ser biodiverso: tiene que haber profesionales que se dediquen a la investigación básica, a la investigación aplicada, que estén en contacto con empresas, que realicen divulgación, etc.”, añade.

Linares incide en el hecho de que, para desarrollar un proyecto profesional exitoso, es necesario partir de las propias capacidades de cada uno. “Cuando alguien dice que las carreras de ingeniería son más difíciles, siempre pienso que eso será para otros: yo supe enseguida que esto era lo mío. Pero insisto en que cada uno de entrada tiene que saber para lo que sirve y para lo que no sirve”, indica.

“Si tú te empeñas en ser algo para lo que no sirves, y solo estás dispuesto a ser eso, acabarás siendo un desgraciado. Cada uno es como es, y una más de las características que me definen es que soy mujer. Hay que tener un poco de inteligencia y no obcecarse en ser algo para lo que no vales. Y es importante también ser conscientes de que, una vez acabada la ingeniería, la tarta de posibilidades a la hora de trabajar es muy grande”, añade.

En ese sentido, la profesora Ad Honorem se siente muy plena por haber dedicado su carrera a la Universidad, que le ha permitido llevar a cabo su proyecto profesional combinándolo con su proyecto personal: “No se puede compartimentar, yo soy ingeniero en todas las circunstancias y llevo la ingeniería a todas partes, porque tanto la vida profesional como la familiar están implicadas”.

La ingeniería le ha aportado a Linares, ante todo, satisfacción. “Como digo siempre, a mí el tractor nunca me ha fallado como amigo. Incluso cuando he tenido problemas personales, el hecho de ponerme a estudiar una caja de cambios, solucionar un problema en el tractor o preparar una charla siempre me ha ayudado”, apunta.

El trozo de pastel

Ante la pregunta de cómo se puede incentivar a más mujeres a estudiar ingeniería, Linares lo tiene claro: “No hay que incentivarlas, porque si sesgadamente tratamos de forzar, esto puede conllevar abandono. Lo que tenemos que hacer es mostrar más cómo son las ingenierías, de modo que los estudiantes puedan ver el gran abanico de posibilidades que hay al acabar una ingeniería y puedan encontrar el hueco en el que quieren estar”, apunta.

Es fundamental, por tanto, que a la hora de elegir una profesión los futuros universitarios (hombres y mujeres) analicen varias cuestiones: lo que les gusta, para lo que no valen -y también para lo que sí valen-, lo que les conviene para su proyecto profesional y familiar, las debilidades que tienen y el modo de corregirlas y, por último, que “no luchen consigo mismos ni con el mundo”. Y, en este punto, Linares hace suyas las palabras del filósofo Reinhold Niebuhr: “Señor, dame serenidad para aceptar lo que no puedo cambiar, coraje para cambiar lo que puedo cambiar y sabiduría para entender la diferencia”.

“Yo he tenido la suerte de encontrar mi trozo de pastel jugoso. He trabajado en un mundo masculino y he procurado siempre, cuando he tenido que seleccionar personal, ser una persona no disyuntiva (hombres o mujeres), sino copulativa (hombres y mujeres). Y de ese modo me ha ido francamente muy bien”. Linares acaba su entrevista con una recomendación final: “A todos los futuros ingenieros, hombres y mujeres, les daría un mensaje claro: deben intentar encontrar ese trozo de pastel que les guste y dedicarse a él con pasión”.